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Del Escritorio del Párroco en el Octavo Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un pozo?” - Nuestro Señor Jesús dirige esta pregunta a sus discípulos tratando de decirles que primero necesitan ser curados de su ceguera espiritual. En este contexto, ceguera significa no creer en Cristo y curación significa tener fe en Jesús, que es la Luz del mundo. En otras palabras, cuando ganemos nuestra vista espiritual a través de la fe, entonces seremos capaces de ayudar a otros en el camino de la salvación. Sin fe en Jesús solo permanecemos viviendo en la oscuridad del pecado. Sin Jesús todos somos como ciegos que rebotan contra las paredes de la realidad y contra los demás. Sin embargo, cuando abrazamos la fe en Dios en la persona de Jesús y dejamos que nuestro corazón se fije en Cristo, entonces Él -el Hijo de Dios y Nuestro Señor- se convierte en nuestro guía. Por eso, cada uno de nuestros pasos estará iluminado por la luz de la fe. Al poner nuestra fe en acción en nuestra vida diaria, también empezamos a dar buenos frutos de una vida auténtica y feliz.

Al comenzar esta semana el tiempo de Cuaresma, intentemos poner nuestros corazones y nuestras mentes en Cristo, que vino a rescatarnos de las tinieblas de la ignorancia y de la condenación eterna. Sí, a mucha gente no le gusta esta palabra “condenación”, pero debemos darnos cuenta de que ésta es exactamente la razón por la que Cristo vino al mundo, para que no perezcamos, sino para que tengamos vida eterna (Juan 3:16). Y según las propias palabras de Jesús “esta es la vida eterna, que [conozcamos] al único Dios verdadero, y al que tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). ¿Hasta qué punto conoces a Cristo? ¿En qué medida forma parte de tu vida? Quizá sea un buen momento para darte cuenta de que has estado malgastando tu vida y ahora Jesús te llama a una conversión sincera.

Recordemos que la Cuaresma trata de la conversión, de arreglar las cosas con Dios y con el prójimo mediante la oración, el ayuno y la limosna. La oración nos ayuda a centrarnos en Dios. Esto significa que debemos dedicar un tiempo a la oración, sin aparatos, actividades u otras personas que nos distraigan. El ayuno, aparte de sus beneficios medicinales reales, nos ayuda a refrenar nuestras pasiones carnales y a reconocer que nuestra vida no depende sólo del pan (la comida). El ayuno es también una poderosa arma espiritual en nuestra lucha contra los malos espíritus. Así que no descuides esta antigua tradición católica y hazlo más seriamente, sobre todo con espíritu de obediencia a las enseñanzas de la Iglesia, absteniéndote de comer carne los viernes y de otros platos placenteros (pasteles, helados, etc.) durante todo el tiempo de Cuaresma. Lo ideal sería ayunar a pan y agua sólo algunos días de la Cuaresma; no te preocupes, no morirás. Por último, la limosna nos ayuda a crecer en bondad y generosidad, es más, creceremos en caridad. También nos volvemos más sensibles a las necesidades de los demás. Además, mientras compartimos las cosas que tenemos también nos liberamos de los apegos desordenados a la riqueza y a las cosas materiales.

Les deseo una semana bendecida y una Cuaresma espiritualmente fructífera

P. Janusz Mocarski, párroco

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